Nacimiento de una afición.
Otro enamorado de los ferrocarriles era mi padre, quizá otro ferroviario frustrado, como yo mismo, me regaló mi primer tren de hojalata en un tamaño similar a
lo que luego sería la escala “S”, cuando tenía yo unos tres años. No tenía resorte, se llevaba con la mano, pero sí unas vías color marrón litografiado con las traviesas pintadas. Una maravilla, con la que se inicio una afición: el tren; siempre he deseado tener trenes a ser posible eléctricos, porque en los años de mi infancia, como la de la mayoría de los niños que nacieron en la década de los años cincuenta, se quería o se deseaba tener dos juguetes sobre todas las cosas: una bicicleta --sueño imposible en la mayoría de los casos— y un tren eléctrico. Jugar al fútbol, a la bolas (canicas) como se decía en mi barrio, a los vaqueros con esas pistolas a las que se ponían unas tiras de fósforo y al percutir se producía un fogonazo, o mejor aún, jugar a los indios y vaqueros con sus soldaditos de goma; indios espléndidamente pintados a mano; el fuerte: que no faltase Fort Apache, que si no eso no era nada que mereciera la pena. ¡Qué tiempos! Pese a todo es difícil no conmoverse ante la Mikado de la ilustración, actualmente en el Museo de Delicias (Madrid, enero de 2011), en estado de marcha, en cabeza del tren de la fresa, aunque necesita un repaso, su estado de conservación no es precisamente óptimo.
Mi primer tren en escala 0 me lo regalaron por mi cumpleaños, mis padres. Tenía un óvalo de vías de hojalata, una máquina y dos coches de viajeros y, por supuesto, era de cuerda. Creo que era de la marca RICO, ya que años después lo he visto en una exposición dedicada a estos juguetes con los que quizá te podías cortar o envenenar si chupabas la pintura, pero que lejos de eso, proporcionaban ratos magníficos de entretenimiento. En aquellos años nadie se preocupaba porque los niños o niñas pusieran en peligro la salud o integridad jugando con los juguetes de entonces. Nadie. Hoy en día… ¡quién lo diría! Casi no pueden ni mirar la caja de cartón o plástico no sea que les pase algo; un exceso de protección que olvida otro peligros. Pero ese no es el tema.
Tenía siete años cumplidos el año anterior, hablo de los Reyes Magos del año 1959, --pese a la edad lo recuerdo muy bien porque era el primer año que pasaba en esa casa ya que nos habíamos mudado en 1958--,cuando una fría mañana del mes de enero, me llevé la primera sorpresa de mi vida; fue algo tremendo. Allí estaba, era mío y además tenía una estación de tren enorme, con luz y dos torretas altísimas en aluminio, con su escalerita redonda, iguales a las que tenía la antigüa Estación de Atocha que el señor Moneo por encargo de “alguien” que odiaba los trenes, se cargó. Esa estación la hizo mi padre íntegramente con madera, cartón, metal, plexiglás y otros artilugios. Pena que no tenga fotografía alguna de esa obra tan majestuosa.
después, la locomotora se averió no sé bien por qué y mi padre se llevó todo el tren con la excusa de su reparación.
Lo cierto es que no lo volví a ver en la vida. Me quedé con la estación y el garaje y con la eterna pregunta ¿papá cuándo vas a traer el tren? Obviamente, no tengo ninguna fotografía de aquel tren, pero por las fotografías de piezas recientes y para quien no lo conozca, se podrá hacer cualquier persona una idea de lo que significó para mí en aquel entonces.
No podría con aquella locomotora, por su peso, ni me cabía en las manos, pero durante muchos días me resistí a levantar el óvalo de vías que estaba en lo que entonces era el cuarto de estar de la casa de mis padres. Un día, mi madre lo quitó, a su manera, aprovechando que no estaba yo en casa, después ya me resultó difícil ponerlo entero en el suelo, como una maqueta de escala 0, donde viajan los indios y vaqueros de goma que tenía, lo coches de juguete, en fin todo lo que se me ocurría iba en aquel tren.
ilustración corresponde a la reedición certificada que hizo la casa PAYA, en torno al año 1991.
Se puede observar la finura de su fabricación, realismo y belleza. En puridad no era una Santa Fe como las que tenía entonces en su parque motor la extinta RENFE, puesto que estas últimas locomotoras eran rodaje 1-5-1 y la máquina de PAYÁ es 1-3-1, pero su sabor ferroviario y español es indudable.
La locomotora se encuentra sobre el paso a nivel, mecanizado, que la fábrica ibense ofrecía, como complemento, en su catálogo. El precio actual de esta reproducción, dado su buen estado de conservación ronda los 1.000,00 euros, precio que los coleccionistas norteamericanos han pagado gustosos por la pieza de la fotografía, a su propietario. Como decía, busco para mi colección, una lo más parecida posible, pero no a tan prohibitivo precio. El problema de las colecciones, en cualquiera que sea la materia o faceta, es su precio que en la mayoría de las ocasiones no se corresponde con el valor real del artículo en cuestión. Pero para gustos hay colores.
marca PAYA, fabricados en Ibi, no en la China, lo que se nota en la pureza de litografía y en las ruedas que están reproducidas igual que las de los años cincuenta o sesenta.
El enganche es muy peculiar y asimétrico, es similar al que usaba MARKLIN, no el llamado tipo europeo, más sencillo. Ni que decir tiene que aprender a enganchar estos coches era una tarea no al alcance de cualquiera, pero me
apañaba como fuera, pero el caso es que mi tren funcionaba y me entretenía hasta que me decía alguien que ya estaba bien. El problema era el transformador, el cual funcionaba a 125 v. y se calentaba muchísimo, pero nadieme dijo que no lo enchufase ni lo pusiese en marcha. Hoy en día no pasaría el control de seguridad de la Unión Europea y no sé cuántos organismos internacionales. Otra época, otros niños, otros juegos. Pero, ¿cómo no jugar con una maravilla como el vagón cisterna de PAYA de la siguiente ilustración?, repito: ¿cómo no? Los detalles de este vagón de hojalata son tan reales casi como el original que reproduce a escala. Es otra reproducción, no muy antigüa, de la fábrica PAYA, puesto que de los fabricados hace más de cuarenta años no ha llegado a nuestros días ninguna pieza en buen estado, sobre todo porque las ruedas de los bojies se fabricaban en un material llamado “zamat” que con el tiempo se quebraba con facilidad por culpa de la humedad, fundamentalmente.
La calidad de este vagón está fuera de toda duda y su precio en el mercado de segunda mano, aunque esté usado, alcanza precios en torno a los 200 a 300 euros, lo que no está nada mal tratándose de un juguete como este lejos de las filigranas actuales de los trenes fabricados en la China, en plástico y con todo lujo de detalles y tan delicados que hay que extremar el cuidado en su manejo. Las ruedas son de acero y los enganches tipo Marklin, como ya se ha dicho al respecto del coche de pasajeros.
La afición a los trenes en miniatura en los inicios, como ya he dicho, nace en torno al tren de escala 0, construido en hojalata litografiada. Ese era el universo de mi afición, pero una vez que desapareció de mi vida el tren más fantástico que jamás he tenido, pasaron unos dos años hasta que volví a tener un tren eléctrico que reclamaba con machacona e infantil insistencia.
Ese año, creo que fue el de 1961, escribí la tradicional carta a los Reyes Magos. Carta que, como ocurrió varios años de mi niñez, fui con mi familia a entregarla a sus Majestades de Oriente en el edificio de Galerías Preciados, que se instalaban en la calle Madrid. Las colas eran tremendas y el tiempo se hacia muy largo. Mientras, contemplábamos todos los niños los juguetes que inundaban aquellos escaparates. No dejaba de mirar el TAF de Payá que tenían expuesto, tanto en estuches como un sencillo óvalo para llamar la atención de los clientes, ese tren me fascinaba. Fascinaba a todo el mundo, esa es la verdad, pero yo no sabía que su precio era muy alto y prohibitivo para la
economía familiar. El caso es que “me pedí” el TAF, pese a que en la carta no lo mencioné, sólo puse, como casi siempre, que quería un tren eléctrico. Al volver a casa le dije a mi padre, que era el experto, que yo quería el TAF. Insistí durante todas las navidades.
El día 6 de enero, ya de madrugada oía desde la cama el rodar del tren en la maqueta que me había construido mi padre un mes antes, en la que cooperé como pude. Las vías se instalaron esa madrugada. Era un sencillo óvalo pero con sus casitas, árboles, coches…. y la estación que se parecía a las que yo veía cuando hacía algún viaje en el tren “de verdad”. Lo oía, pero mi madre no
me dejaba levantarme. Fue amanecer y salir disparado al comedor, lugar en el que estaba instalada, sin lavarme ni vestirme y casi descalzo, con un frío que pelaba que aquella casa no tenía calefacción central y se notaba. El caso es que allí estaba un tren mágico que daba vueltas esperándome. Me gustó mucho, ¡ya lo creo!, pero no era el TAF. Tuve que poner cara de desilusión porque mi padre también torció el gesto; ahora, al cabo de muchos años le comprendo,
seguro que le costó un dinero que no sobraba en casa y, por si fuera poco, no se había acostado en toda la noche terminando de montar todo.
Además, como no podía ser de otro modo estando mi padre por medio, se completaba con dos puentes metálicos de la marca JYESA. Lo curioso es que el tren de PAYÁ era en escala H0, aunque hubo una versión en la escala S, el mío era H0, con vías de metal con toma de contacto por puntitos en el centro, similares a la popular vía M de Marklin y los puentes tenían vías para trenes
de corriente continua, es decir: dos carriles. Por esa razón nunca pasó tren alguno por los puentes mientras estuvieron en mi poder. Los conservé unos diez años, hasta que mi sobrino mayor tuvo un tren alimentado por pila de petaca, de la marca Jyesa, precisamente, al que le vino de perlas que se los regalará.
Fue el último tren que me regalaron mis padres. Jugué y jugué durante años con este tren, al que siempre veía algo pequeño para mi gusto, hasta que un buen día la máquina dejó de funcionar, unos tres o cuatro años después. Lo llevé, con mi hermano mayor, a reparar a la famosa “Casa Reyna” de Madrid, tienda de la que había salido en su estuche años antes, donde lo recogí días después con una “pega”. Según los de la tienda ya no podía andar marcha atrás, era imposible arreglarlo, por no sé que tecnicismo (aunque hoy en día sí que lo conozco el por qué) que a nosotros nos sonó a chino. Después de eso y ya con la maqueta desmontada, mi afición languideció, otras metas y gustos propios de la edad hizo que, transitoriamente, cayeran en el olvido mi afición “a jugar con trenes”. En aquellos años, pasados los 13 años ya no se veía bien que te entretuvieras todavía con juguetes y menos con eso: “trenes de juguete” que es como los llamaba todo el mundo. Sólo que…. corría por mis venas mi amor por el mundo del ferrocarril, donde quedó latente durante más de 20 años.
La maqueta en escala H0
A principio de los años ochenta del pasado siglo, a mi hijo mayor que le gustaban mucho los trenecitos que tenía de madera, las Navidades de 1982, le regalaron un tren eléctrico, escala H0, de la casa Lima, compuesto por una locomotora 1600, que no era otra cosa que un repintado con los colores RENFE de un modelo australiano que tenía dicha firma italiana en su catálogo. Venía acompañado de tres magníficos coches: furgón postal, coche de viajeros y coche camas de la extinta Cía. Wagon Lits&Cook y de un estupendo lavadero semiautomático, todo ello con un desvío y vías para el lavadero.
A principio de los años ochenta del pasado siglo, a mi hijo mayor que le gustaban mucho los trenecitos que tenía de madera, las Navidades de 1982, le regalaron un tren eléctrico, escala H0, de la casa Lima, compuesto por una locomotora 1600, que no era otra cosa que un repintado con los colores RENFE de un modelo australiano que tenía dicha firma italiana en su catálogo. Venía acompañado de tres magníficos coches: furgón postal, coche de viajeros y coche camas de la extinta Cía. Wagon Lits&Cook y de un estupendo lavadero semiautomático, todo ello con un desvío y vías para el lavadero.
El espacio disponible se lleno de trenes: en cajas, estantes, expositores y armarios. Abriéndose un nuevocapítulo, que no es otro que la construcción de una maqueta estática en forma de “L” que en la actualidad, por iniciativa de mi hijo, estamos construyendo en el domicilio de mi hijo, cuyo trabajo empezado en el 2010, no sabemos cuando acabará. No hay prisas...... el juego es inagotable.
Los radios muy cerrados no son fáciles para las locomotoras y vehículo que tienen una longitud en torno a 20 cms., o mayor; siendo peor aún para aquellas locomotoras con tender, sistema de bielas complejo o de gran diámetro, como ocurre con la 1-6-0 de Rivarossi, que nos hizo cambiar el radio de dos curvas, uno el que se ve, incompleto en la fotografía el otro, se muestra en la siguiente, donde un batíburrillo de material da idea de que pese a disponer de cuatro metros cuadrados de superficie siempre, siempre falta espacio. La construcción de una maqueta, aparte del material que se necesita para construirla requiere una preparación minuciosa, por lo que las pruebas de material rodante, funcionamiento de los desvíos y el material eléctrico resultan fundamentales.
Evidentemente, la afición no está reñida con la técnica, de ahí que llegados a este punto, en que la infraestructura está realizada y es viable, tanto mi hijo como yo, nos hemos planteado una duda que me temo que asalta hoy en día a muchos modelistas: ¿Sistema analógico o digital? Duda impensable en la época de los trenes de hojalata de mi infancia, pero que es real. Entre el material con el que contamos hay de lo uno y de lo otro. Hemos realizado pruebas en digital y han sido satisfactorias, aunque al principio nos costó dar con el punto de explotación. En pruebas, se han controlado dos trenes en digital, pues ese es el número de locomotoras con este sistema con el que contamos y dos trenes más en analógicos a los que se hacia para en zonas acantonadas por el sistema clásico, lo que hace pensar que el futuro es el tren digital por su sencillez de uso.
Pese a todo, la duda persiste, máxime si tenemos en cuenta que las nuevas tecnologías en este campo vaticinan, para dentro de un par de años como mucho, la implantación masiva de un nuevo concepto del tren digital, una evolución que me hace pensar que el camino correcto es este sistema y no el analógico. Me refiero a la posibilidad de controlar tanto trenes como mecanismos desde el teléfono móvil, lo que simplificará el uso actual a través de centralitas. ¿Qué hacer? Es un dilema, mientras y como la fase de construcción del decorado esta en sus inicios, vamos a meditarlo.
En la fotografía siguiente, ya está en plena curva muy próxima a la pared. Este es un punto conflictivo y que tenemos que cuidar mucho al levantar el decorado ya que resultará de difícil acceso, por eso se ha rectificado el trazado tan próximo al borde, a fin de que haya holgura en las circulaciones y en el mantenimiento que inevitablemente habrá que hacer a la maqueta en todas sus zonas.
Siempre en aras de una integración con el resto del material Aunque no siempre es posible, como ocurre con el material de tipo inglés con el que contamos y que me gusta mucho por la belleza de líneas y su buena construcción.
Un buen maquetero no es solamente el que construye maquetas, ya sean de aviones, barcos, trenes, edificios, vehículos de todo tipo, si no el que respetando unos determinados cánones, aprecia la belleza de cualesquiera pieza de su gusto, sin importarle demasiado la “administración ferroviaria”, en nuestro caso, a que pertenece. La maqueta en construcción es de ambiente RENFE, con material de todas la épocas, --evitaremos que rueden a la vez piezas dispares, en lo posible--, pero ya sea por compra directa o por regalos, a cualquiera de nosotros, contamos con material de marcas como: FLEISCHMANN, ROCO, BACHMANN, HONRBY, PIKO, JOUEF, RIVAROSSI, LIMA, MEHANO, ATHEAN, LILIPUT, K-TRAIN, MABAR, IBERTREN, (en sus dos épocas), y ELECTROTREN, en cuanto al material rodante; esto quiere decir que aparte de material tipo RENFE, el mayoritario, también hay trenes (locomotoras, vagones, coches de viajeros, trenes indeformables) que representa a los que hay en países como Inglaterra, Alemania, Austria, Italia, Bélgica, Suiza, e incluso EE.UU. La afición no tiene fronteras ¿o sí? Como muestra, se acompañan
algunas fotografías de tan diverso material.
Puede comprobarse que no desentona nada, pese a la procedencia heterogénea del material ferroviario y estar representadas cinco firmas diferentes en tan poco espacio.
Amabas locomotoras están en la misma vía y orden de marcha, puesto que hace unos instantes la pequeña “Cuco” ha remolcado hasta el depósito a la poderosa locomotora eléctrica, todo en un genuino ambiente ferroviario de la época dorada de RENFE.
En nuestra afición cabe todo, dada su variedad. Tenemos la faceta del modelista puro, que es aquel que se construye sus piezas bien en latón o plástico o una combinación de estos dos materiales. Montando intrincados mecanismos y conjuntos motor y transmisión, con ruedas de precisión, enganches automáticos, luces…, un sin fin de detalles que está reservados a expertos. Juntos a estos están los “maqueteros”, aquellos que construyen lo que es la maqueta en sí: infraestructura, instalación eléctrica, paisaje, vías, decorados; si confluye en la misma persona ambas vertientes, entonces hay que quitarse el sombrero, pero no suele ser así. Lo normal es que compremos el material ya montado o, si se tiene herramientas y maña, en forma de “kit” para montar y pintar en casa. Se adquiere tanto el material rodante como el estático, montándolo todo poco a poco, hasta que vemos rodar el primer tren en nuestra maqueta ya decorada. Lo mismo no hay maqueta, por lo que sea, y el material se destina a la exhibición en vitrinas o estanterías, algo que me ha pasado y pasa porque no todo el material es susceptible de circular en una maqueta.
En realidad, me parece, de lo que se trata de es de vivir una pasión: la ferroviaria, de acuerdo con nuestras posibilidades económicas, físicas y dentro de nuestros gustos e inclinaciones. Nada más, sin molestar a nadie y con el placer de saber que dentro de una escala reducida estamos asistiendo a la magia de los ferrocarriles, de los trenes, de sus instalaciones, del mundo que lo rodea y de lo que ha representando en la historia del mundo, no sólo desde el punto de vista económico o industrial, también es evidente su influencia social.
Madrid, abril de 2011.
Tomàs Guirado
Hola Tomas,
ResponderEliminarBuscando por internet me topé con tu blog y este artículo. Yo soy un novato en esto del modelismo ferroviario desde hace 2 años; de hecho he ido, como dices aqui, recolectando material de la escala H0 y N pero aun no me he decidido siquiera a planear una maqueta de cualquiera de ambas escalas.
Creo que resumes muy bien el sentir de muchos de nosotros al contemplar y disfrutar de los que los profanos solo llaman juguetes... Me ha agradado mucho leer toda la historia de tu interes por el ferromodelismo asi como que la compartas con tu hijo. Yo tambien soy partidario de hacer una mezcla de diferentes paises y marcas (sabemos cuales tienen mas material y mejores calidades), sobre todo porque el aspecto ecónomico es primordial; prefiero 2 o 3 composiciones o locomotoras antes que una sola por el mismo precio.
Bueno, como digo gracias por compartir tu sentir ferromodelista.
Saludos
Antonio Ayas
Buenos días Antonio:
EliminarPrimero, perdona la tardanza en contestar; muy larga, desde luego. Sólo excusable por algunos problemas de salud que me han tenido apartado de este blog. Te agradezco el correo y el interés mostrado por nuestro trabajo. No sé, al cabo de tanto tiempo, si te has decantado por alguna de la escalas actualmente más populares. Es una difícil elección donde prima el espacio disponible (no sólo para una maqueta, sino para el simple almacenaje de piezas) y el presupuesto. Siempre me decanto por la escalas grandes aunque cuento con piezas de todas las más conocidas, salvo la escala "z", la cual, ya tengo dicho y reiterado que no la entiendo; no la entiendo por su tamaño y precio. Eso sin olvidar que la escala "z" de Marklin está dedicada al tren centro europeo y no cuenta con material de ambiente Renfe. La mayoría de los coleccionistas lo son de material H0, por su variedad, calidad, precios, tamaño adecuado y otras cuestiones de cada cual. El dilema viene en el sistema de alimentación a elegir. Como sabrás se cuenta con alimentación eléctrica por corriente alterna (CA), sistema conocido por el patín central, entre los ejes y tres carriles; además se conoce porque es el de Marklin, es un material de mucha robustez y fiable aunque, preferentemente, dedicado al tren alemán, conpocas piezas de ambiente espalol o Renfe. Después, encontramos el de dos carriles, con alimentación eléctrica de corriente continua (CC), que es el más extendido y mayor número de marcas en el mercado. Gracias a los esfuerzos de Ibertren, Electrotrén, Roco, Piko, Lima y otras marcas, podemos encontrar una razonable oferta de trenes españoles (Renfe). Si la duda la tienes entre la escala H0 y N, por razones de espacio, se encuentra en el mercado otra escala, la TT, (1:160), intermedia entre ambas, la cual es muy interesante, pese a que encontrar piezas de nuestro ferrocarril (RENFE) es difícil. En mi caso, mayoritariamente, la colección es de la escala H0 en corriente continua dos carriles. Pero tengo también trenes de tres carriles, alterna, de las marcas PAYA y MARKLIN, en escala H0, por supuesto. Pese a todo, mi gran pasión son los trenes de la escala mayores. Hablo de la escala G (LGB y PIKO), la escala 1 (MARKLIN) y la reina, para mí, de todas, la escala 0, (1:43 - 1:45 e incluso 1:48), con alimentación por tercer carril, aunque hay trenes de dos carriles muy interesantes. De la escala 0 cuento con material de las marcas ETS (Chequia), PAYA y RICO... por ahora. En fin si te animas o ya lo has hecho, puedes contar con nostros en aquello en lo que te podamos ayudar. No olvides visitar los mercadillos de segunda mano (Madrid y Barcelona), donde podrás encontrar cosas muy interesantes.
Saludos.
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Hola.
ResponderEliminarSoy Juan y deseo ponerme en contacto con Tomás Guirado.
Tengo dos locomotoras de Paya, escala 0. Y necesito su consejo. Saludos, Juan.