jueves, 12 de abril de 2012

013-Descarrilamiento del Correo de Madrid en 1925.

Nº 013


Accidente en Arbo de la línea Orense-Vigo

El domingo 1 de marzo de 1925, el tren correo descendente nº 3, procedente de Madrid, cuya llegada a Vigo estaba prevista para las cinco de la tarde, salió de la estación de Arbo sin retraso alguno poco después de las dos y media de la tarde con su marcha acostumbrada.




Según el relato del Faro de Vigo, “al llegar al kilómetro 68, unos seis kilómetros antes de la estación apeadero de Sela, entro el tren en el trozo de vía que marcha entre las elevadas trincheras que existen en aquel lugar y que comienza formando una curva. Se supone que momentos antes del paso del convoy, de lo alto de una de las trincheras se desprendieron varias toneladas de tierra y piedras, quedando la vía, en un largo trozo, cubierta con los materiales”.
El desprendimiento que provocó el descarrilo fue ocasionado por las continuadas lluvias de los días anteriores y a pesar de que el maquinista del tren advirtió lo que ocurría a unos veinticinco metros de distancia y frenó rápidamente, sólo pudo atenuar los efectos del accidente pero no evitarlo.
El conductor del tren – Jesús Blanco -, a pesar de las contusiones de importancia que sufrió, “puso (...) el aparato telefónico del que iba provisto en comunicación con el hilo del télefono. Quien primero contestó a la llamada (...), fue la central de Pontevedra, notificándose la noticia en el acto al gobernador civil.”
Luego contestó la central de Vigo e inmediatamente los responsables de la Compañía Ferroviaria organizaron un tren de auxilio. Las primeras noticias hablaban de algunos muertos y numerosos heridos, para confirmarse poco después lo relativo a los heridos pero no la existencia de víctimas mortales.

El Accidente

Tras el descarrilo, la máquina se empotró en parte del bloque formado por la tierra y las piedras del desprendimiento, y quedó inclinada sobre el talud. La composición del tren era de nueve unidades. “Seguían a la máquina, el ténder, el furgón de cabeza, un coche de primera, otro de tercera de los grandes y otro también de tercera más pequeño, por el orden expresado. En este último venían todos los viajeros que resultaron más gravemente heridos”.
El coche de primera que estaba entre el furgón de cabeza y el coche grande de tercera, se marchó también sobre la trinchera, pero sin consecuencias para sus ocupantes. Lo mismo ocurrió con el vagón grande de tercera, pero no así con el coche pequeño que “se empotró en parte en el que le seguía, yendo también a inclinarse sobre el talud y quedando más destrozado que las demás unidades”.
A atenuar el pánico de los primeros instantes, en los que se creyó que había varios cadáveres en los coches, contribuyeron decisivamente, César Tejado, un joven médico de la Armada en Marín, que viajaba en el coche de primera a Pontevedra , el artillero Fernando Varela Buján , que “a pesar de tener una astilla clavada en la frente se apresuró a sacar de entre las maderas destrozadas a uno de los heridos” el conductor del tren y la pareja de la Benemérita que venía de servicio. El médico, comenzó enseguida “a practicar curas de urgencia y a contener hemorragias utilizando para ello el botiquín que llevaba el mismo tren”.

El tren de socorro

A las cuatro y media salió de Vigo el tren de auxilio en el que marchaban el jefe de movimiento Galar , el ingeniero Massaguer , el jefe de la segunda sección de Vía y Obras Meijide , el médico de la compañía Lanzós con personal sanitario, y obreros ferroviarios.
En Redondela, Guillarey y otras estaciones del recorrido subieron al tren varios médicos más que al llegar al lugar del suceso encontraron a sus colegas de Arbo y La Cañiza, hasta completar un total de catorce facultativos reunidos para asistir a los heridos. A las seis y diez minutos salió de Vigo el tren mixto y en el marchó a Sela el ingeniero Fábregas con más personal de Vía y Obras.
Antes de llegar el tren de socorro, lo había hecho la Brigada Sanitaria enviada por el gobernador civil, y comandada por el médico de la Casa de Socorro Rubido y el bacteriólogo González Germade . El despliegue sanitario lo completó, ante los rumores de grandes daños, el presidente de la Diputación de Pontevedra que envío un equipo quirúrgico cuyos servicios no fueron finalmente necesarios.
Terminadas las curas de urgencia, y los primeros auxilios en los que colaboraron el vecindario y los carabineros de Arbo, los heridos fueron colocados en el tren de socorro procedente de Vigo, y mientras ello ocurría llegó otro tren desde Orense con facultativos de esa ciudad, de Filgueira, de Pousa y de Barra de Miño.
Mientras se hacían las curas y se acomodaba a los heridos en el tren de socorro, “varios empleados ferroviarios dirigidos por los oficiales de Correos que venían en el tren (...) se dedicaron a trasladar las sacas de correspondencia y otros efectos al tren vigués”, de manera que toda la correspondencia salió para sus destinos el lunes 2 de marzo”. Los equipajes, asimismo, viajaron en el tren del lunes.
El tren de socorro llegó a Vigo a las once de la noche con un total de doce lesionados graves y menos graves, a los que esperaba en la estación un dispositivo de traslado organizado por el interventor del Estado. Finalmente, sólo fueron ocho los heridos trasladados al Hospital, donde las Hermanas de La Caridad, el personal del Centro y seis médicos les atendieron.
De los ocho heridos hospitalizados, cinco –tres mujeres y dos niños- pertenecían a la misma familia, e iban a embarcar en Vigo para viajar en el trasatlántico “Sierra Ventana” a Buenos Aires donde se reunirían con otros familiares emigrados. El más grave de los heridos – un concejal del Ayuntamiento de La Mezquita que viajaba a Vigo a visitar a su hermana, sufrió la amputación de la pierna derecha.
A otro de los heridos que sufrió fracturas y contusiones varias, le faltaba “la pierna derecha que perdió en otro accidente ferroviario ocurrido en Asturias en 1905. Actualmente tenía una pierna de palo y en el accidente del domingo esta pierna quedó completamente destrozada, no recibiendo en cambio lesión alguna en la otra pierna que le queda.”

Los ferroviarios

A los mandos de la máquina número 303–“de las grandes que adquirió últimamente en Alemania la Compañía”- del tren siniestrado iba el maquinista Ramón Otero y el fogonero Benito Soto , y completaban el personal del tren el conductor ya citado Jesús Blanco, el revisor Avizanda , el guardafreno Eloy Gil y mozos de tren Francisco Gil y José Yáñez .
Gracias al buen tiempo del día dos de marzo, los obreros de Vía y Obras, bajo la dirección del ingeniero Massaguer pudieron trabajar en el lugar del accidente, si bien como señalaba el Faro de Vigo “los trabajos que se realizan para dejar expedita la vía, durarán aún unos cuantos días más, precisándose por ello que continúen los transbordos”.
Dado el sitio donde ocurrió el accidente, no se pudo construir una vía supletoria y los trabajos debieron desarrollarse con mucha dificultad, a pesar del gran número de obreros que participaron en ellos.

El pescado

Al margen de los daños personales y materiales que el accidente provocó, los mayoristas de pescado vigueses se vieron afectados por el corte de la línea. Así, en la mañana del lunes -día siguiente al accidente-, “una numerosa comisión de exportadores de pescado visitó en la estación ferroviaria al señor Galar –jefe de movimiento- para ponerse de acuerdo con la Compañía, respecto al transporte de pescado, toda vez que con esta mercancía no se puede hacer transbordo”.
“Se convino en que los vagones frigoríficos vayan a Madrid por la línea de Portugal y que el pescado que no vaya en esos vagones, sea traslado a la estación de Rivadavia en autocamiones, mientras duren los trabajos para dejar expedita la vía férrea”.



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